Historia General del Pueblo Dominicano Tomo III
540 Educación y cultura en el siglo XIX (1790-1880) miembros que presentaba a Santana como iniciado el 24 de abril de ese año, y como poseedor para esa fecha del Gr.•.18. Al día siguiente, Santana produjo un documento donde negaba «conocer los principios de la masonería» y estar DÀOLDGR D HOOD &DVL LQPHGLDWDPHQWH )UHVQHO IXH DSUHVDGR (VWR FRQGXMR D que los masones se declararan en «receso» hasta el 11 de diciembre de 1858, fecha en que tuvo lugar la inauguración de la Gran Logia Nacional Al. Or. bajo la dirección de Tomás Bobadilla y Briones. El año siguiente, se fundó en Santiago de los Caballeros, el día 27 de febrero del año 1859, la Logia Nuevo Mundo No. 5. Además, en la capital de la República fue instalada la Logia Cuna de América No. 2. En El Seibo fue instalada la Logia Fraternidad No. 1, y en La Vega, la Logia Concordia No. 3. 47 Durante la Anexión, la masonería fue perseguida tanto por las autorida- des coloniales como por la Iglesia. En consecuencia, en ese período, los miem- bros de todas las logias tuvieron que reunirse de manera clandestina. Con la Restauración, esta situación cambió. Según el testimonio de José Miguel Bautista, exVenerable Maestro 4, a quien citamos, luego de la Restauración: «[…] en el año de 1863, por orden de la Gran Logia, el delegado Antonio Delfín Madrigal comunicó con los tres grados simbólicos de la masonería a los destacados patriotas que lucharon por la reconquista de la patria», 48 entre ORV FXDOHV ÀJXUDED 8OLVHV )UDQFLVFR (VSDLOODW TXLHQ IXH XQR GH ORV WUHV UHV - tauradores honrados con esa distinción que «no se regularizaron en la Logia 1XHYR 0XQGR 1R QL VH DÀOLDURQ HQ RWUD ORJLDª 49 El 27 de mayo del año 1865, la Logia Nuevo Mundo No. 5 fue la primera en abrir sus puertas previa solicitud y permiso de la Gran Logia Nacional. Según Bautista, entre los que SDUWLFLSDURQ HQ OD UHLQVWDODFLyQ GH HVD ORJLD ÀJXUy HO SRHWD )UDQFLVFR -DYLHU Angulo Guridi. 50 Es muy probable que las distintas sociedades culturales y ateneos que proliferaron en el país a partir de la Restauración y durante la Segunda República hayan «clonado» el modelo organizativo típicamente «clánico» producto de los lazos de fraternidad contraídos por los miembros de las logias masónicas y que muchas veces unían a representantes de sectores an- tagónicos de la sociedad. Esto permitiría explicar numerosos fenómenos de «alianzas» determinantes de la vida política dominicana que de otro modo parecerían inexplicables. En su artículo citado, Edwin Espinal Hernández desarrolla con lujo de detalles la red de lazos de parentesco natural y político que vinculaban a numerosos personajes de la escena sociopolítica dominicana, así como las re- laciones de fraternidad que sostenían algunos de ellos en el campo masónico. Respecto al parentesco, ya Pedro Henríquez Ureña, al referirse en su ensayo
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