Historia General del Pueblo Dominicano Tomo III

528 Educación y cultura en el siglo XIX (1790-1880) $ SHVDU GH TXH OD KLVWRULRJUDItD RÀFLDO KD LQVLVWLGR HQ UHVDOWDU OD FRQWUL - bución «patriótica» tanto del arzobispo Valera como del padre Hernández, investigaciones recientes han permitido ubicar más bien sus respectivas ac- ciones y actitudes en el campo de aquellos que propugnaban por el retorno al protectorado español una vez alcanzada la separación de Haití. Como lo ha demostrado José Luis Sáez Ramo, por lo menos durante el período en que tuvo lugar su primera estadía en el país (1839-1843) y durante los primeros cinco años de su destierro en Curazao (1843-1858), el padre Hernández no ocultó su animadversión racista contra los haitianos ni su deseo de ver a Santo Domingo recuperar su antigua condición de colonia española en el Caribe. Lo mismo puede decirse respecto a la actitud del sacerdote español Fray Pedro Pamiés (1809-1843), de quien dice Max Henríquez Ureña que: «[…] fue a su vez adversario del régimen haitiano, y pronunció el primero de enero de 1843 un sermón que también encerraba alguna alusión política, haciendo el comentario de esta sentencia entresacada del libro de los Salmos: «Si el Señor no guardare la ciudad, inútilmente se desvela el que la guarda». Fue desterrado por los haitianos meses después, al mismo tiempo que el padre Gaspar Hernández». 29 Como quiera que se considere, es muy probable que una de las causas SULQFLSDOHV GHO DXJH GH OD KLVSDQRÀOLD GXUDQWH OD RFXSDFLyQ KDLWLDQD KD\D sido, como lo sugiere Francisco Bernardo Regino Espinal, la «[…] agresión a las costumbres dominicanas con el intento de imponer el uso del idioma francés en los asuntos públicos, práctica iniciada en la administración france- sa de Ferrand (1804 a 1808) y que se hizo más abierta en la administración de Boyer durante la Ocupación Haitiana». 30 No es posible minimizar los efectos del choque cultural que se produjo en la Parte Este de la isla, producto de la oposición de la serie de hábitos culturales adquiridos por ambas naciones durante sus respectivos procesos coloniales, entre los cuales la religión ocu- paba un lugar preponderante. En ese sentido, conviene no perder de vista el hecho de que el único factor que pudo garantizar el mantenimiento de cierta cohesión y compactación de la comunidad de hablantes en torno a la lengua- cultura española durante la Ocupación fue la acción desplegada de manera constante y permanente a lo largo de tres siglos por las distintas comunidades religiosas que tenían a su cargo la administración de los distintos órdenes de lo imaginario en el período colonial. Era esta, en efecto, la única estructura del poder colonial que había mantenido una vigencia permanente a través de los siglos, la única capaz de nuclear, ante cualquier amenaza interna o externa, a todos los grupos que habitaban en la isla, como fue capaz de demostrarlo durante la guerra contra las tropas de Ferrand.

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