Historia General del Pueblo Dominicano Tomo III

520 Educación y cultura en el siglo XIX (1790-1880) la escuela, pues las enormes carencias en ese aspecto saltan a la vista de cual- TXLHUD TXH PDQHMH DXQTXH VHD VXSHUÀFLDOPHQWH OD LQIRUPDFLyQ GLVSRQLEOH Tampoco puede considerarse dicha relación como el resultado directo de un proceso de coerción o «imposición» puramente política, incluso si se toma en cuenta la serie de controles impuestos por la administración colonial entre los siglos XVI y XVII para limitar el establecimiento en la Española de grupos e individuos pertenecientes a comunidades lingüístico-culturales no hispa- nófonas. Esto así, porque, en primer lugar, dichos controles no impidieron el establecimiento de una colonia francesa al Este de la isla desde mediados del siglo XVII ; en segundo lugar, porque, como lo recuerdan Roberto Cassá y Emilio Cordero Michel: Desde la tercera década del siglo XVI , la población española de la isla de Santo Domingo experimentó una drástica reducción con las lla- madas «despoblaciones blancas», provocadas por los descubrimien- tos de ricos yacimientos de metales preciosos en México y Perú. La gran mayoría de los españoles marchó al continente, a Tierra Firme, OR TXH WHUPLQy SRU GHÀQLUVH HQ OD VLJXLHQWH GpFDGD >«@ $ SDUWLU GH ese momento, los aportes blancos en la población de Santo Domingo dejaron de ser predominantemente españoles. Como está bien de- mostrado, en la segunda mitad del siglo XVI , la mayor parte de los pobladores blancos eran portugueses, situación que se mantuvo hasta la siguiente centuria. 18 Y en tercer lugar, porque nada permite pensar que España haya aplicado en la Española una política colonial basada en una estrategia lingüística cohe- rente, si se consideran la escasa densidad poblacional que acusó su territorio a lo largo de la historia y los distintos procesos migratorios que ritmaron, a la manera de un mecanismo sistólico-diastólico, distintos momentos en que DPSOLDV ]RQDV JHRJUiÀFDV VH SREODURQ \ VH GHVSREODURQ DOWHUQDWLYDPHQWH Semejante despoblación favoreció enormemente el mestizaje: hacia 1821, solo un 11% de la población dominicana pertenecía al grupo étnico considerado blanco, mientras que el número de mulatos era del orden del 68% y el de los negros del 21%. 19 Este hecho no solo permite considerar de otra mane- ra el poco efecto que pudo haber tenido sobre la sociedad mulata de Santo Domingo la promulgación de las leyes abolicionistas de Boyer, sino que tam- bién permite, de paso, explicar la proliferación de matrimonios mixtos entre dominicanos y haitianos que documentó Carlos Larrazábal Blanco en 1953. Según este investigador:

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