Historia General del Pueblo Dominicano Tomo III
Historia general del pueblo dominicano 519 continuó con los presbíteros Antonio Gutiérrez y Gaspar Hernández. En VHQWLGR JHQHUDO VLQ HPEDUJR SXHGH DFHSWDUVH FRPR YiOLGD OD DÀUPDFLyQ GH Quisqueya Lora Hugi acerca de que: «La educación estaba fuera del alcance de las mujeres, solo las provenientes de familias pudientes quizás recibían instrucción mínima». 16 Así, por lo menos en esas familias, la iniciación de los menores en las primeras letras era habitualmente reservada a las mujeres, sobre todo las madres. Incluso la poetisa Salomé Ureña (1850-1897) recibió sus primeras letras de parte de su madre, Gregoria Díaz de León, y luego se formó bajo la orientación de su padre, el jurista y poeta Nicolás Ureña de Mendoza. L ENGUA , CULTURA Y SOCIEDAD BAJO LA O CUPACIÓN H AITIANA (O ©DIUDQFHVDPLHQWRª La entrada de las tropas haitianas al territorio dominicano se produjo en febrero de 1822. Nuevamente, un gran número de dominicanos salió del SDtV HQWUH ORV FXDOHV ÀJXUDEDQ ORV SDGUHV GH 7KpRGRUH &KDVVpULDX —francés el padre, criolla la madre—, quienes emigraron en esa época a Francia, llevando consigo al hijo que les había nacido en Samaná, quien estaba llamado a ocupar un alto puesto en la pintura francesa del siglo XIX . 17 El presidente haitiano Jean-Pierre Boyer había creado durante el mes de diciembre un ejército de 12,000 hombres que iniciaron la marcha aquel día bajo la supervisión del general Bonnet. La serie de cambios que impon- dría el nuevo statu quo se haría particularmente evidente en dos aspectos sensibles: el reordenamiento jurídico de la sociedad, con la imposición de la Constitución haitiana de 1816, la cual permaneció vigente hasta la deca- GHQFLD ÀQDO GHO SRGHU GH %R\HU HV GHFLU KDVWD XQ DxR DQWHV GHO LQLFLR de la gesta independentista y el rechazo soterrado a la haitianización de la lengua-cultura de un amplio sector de la sociedad dominicana, el cual atra- vesó por un proceso sumamente contradictorio del cual interesa observar aquí algunos aspectos. En efecto, lo menos que puede decirse acerca de la relación que la socie- dad dominicana de 1822 mantenía con su lengua-cultura es que la misma se fundamentaba sobre el peso de una tradición que había resistido numerosos embates. No se trataba, como se ha visto, de una tradición fomentada desde
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