Historia General del Pueblo Dominicano Tomo III

24 El tratado de Basilea Los grandes blancos concibieron la esperanza de gobernar la colonia sin tener que estar sometidos, como hasta 1789, a la inepta y corrupta bu- rocracia metropolitana. Con el objeto de conseguir ese propósito, contaban con el apoyo de los propietarios absentistas agrupados en el Club Massiac de París. Por su parte, los pequeños blancos aspiraban a ocupar las mismas posiciones que los grandes. En cuanto a los mulatos, hombres libres muchos de ellos y dueños de ingenios azucareros y otros bienes heredados de sus padres, tenían como mira, discriminados por los blancos, equipararse en igualdad de derechos a ellos. Finalmente, los miles de esclavos negros anhe- laban su libertad. Aprovechándose de las desavenencias que mantenían en prolongada disputa al gobernador Du Chailleu y al intendente Barbé de Marbois, la bur- guesía colonial, decidida a apoderarse de la administración, creó en diciembre tres asambleas provinciales en el norte, sur y oeste, las cuales procedieron a elegir a los diputados que terciarían en los debates de la Asamblea Nacional Constituyente. Su misión consistía en impedir que se igualara políticamente a blancos y mulatos, así como obtener del rey una asamblea especial para Saint-Domingue. 1 /XLV ;9, OHV FRQFHGLy HO VHJXQGR SXQWR \ ORV JUDQGHV EODQFRV HVWDEOH - cieron en Saint-Marc la Asamblea General de la Parte Francesa de Santo Domingo, la cual se arrogó funciones superiores a las del nuevo gobernador, el conde de Peinier. De esa asamblea fueron excluidos los mulatos libertos en franca violación a los decretos de 8 y 28 de marzo de 1790, los cuales les habían otorgado los mismos derechos civiles que ostentaban los blancos. &RPR HUD GH VXSRQHU ORV PXODWRV LQGLJQDGRV SRU HVD ÁDJUDQWH GLVFULPL - nación, se dispusieron a hacer efectivos los derechos consagrados en dichos decretos. En noviembre, un mulato nombrado Lacombe había enviado a la Asamblea Provincial del Norte un memorial en el que demandaba el estricto acatamiento a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Lacombe pagó con la muerte su osadía y otro tanto le ocurrió al anciano se- nescal de Petit-Goâve, el blanco Ferrand de Baudieres, por haberse prestado a redactar una nota en la que los mulatos de ese pueblo reclamaban su partici- pación en la Asamblea del Oeste. Las contradicciones entre blancos y mulatos se agudizaron en abril a causa de un pleito que el sang-melé Desmares sostuvo con un ecónomo fran- cés de una hacienda de Fond Parisien, situada en la parroquia de Croix-des- Bouquets. La reyerta, iniciada por una cuestión baladí, degeneró en graves disturbios, sofocados días más tarde cuando tropas enviadas desde Port-au- Prince desbandaron a Desmares y a sus seguidores.

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