Historia General del Pueblo Dominicano Tomo III
184 /D HFRQRPtD \ OD YLGD FDPSHVLQD ÀQHV GHO VLJOR XVIII -c1870) siete leguas de territorio entre las desembocaduras de los ríos Nigua y Nizao. Ahí se encontraba el bosque llamado Najayo, que creció «después que dexó de cultivarse» en esas tierras la caña de azúcar; el mismo proveía de maderas «para las Fábricas de la Ciudad [de Santo Domingo] e inmediaciones». Otras zonas del país también habían caído en el abandono, pese a haber conocido épocas de esplendor. Entre ellas se encontraban los valles de San Juan y Neiba, donde «hubo a los principios del siglo 16, fuera de numerosas crianzas de ganado, plantíos de todos los frutos comerciables, principalmente de azúcar». Pero cuando escribía el cronista, apenas había «pastos de ganado, única utilidad que sacamos hoy de ell[o]s». Algo similar ocurría en Santiago y La Vega, que «podrían conducir sus frutos, como antiguamente lo hicie- ron, por los puertos de Plata y Monte Cristi». Con dejo de amargura, añade Sánchez Valverde: «Todas estas inmensas Posesiones no nos sirven en el día [de hoy] de otra cosa que de mantener a los Franceses y proveherles de mulas, bestias y bueyes para mover las máquinas de sus ingenios y cargar sus frutos. De aquí viene que nos llamen sus 3DVWRUHV ». En su balance acerca del estado de la agricultura, Sánchez Valverde indica que en su época había en Santo Domingo veintidós ingenios y trapiches «de alguna consideración», esto «respecto de la extrema pobreza de los otros». Como prueba de su modestia, señala que, en total, «la fuerza de Negros de los 22 apenas llegará a 600», cifra que considera ridícula ya que «un Molino de los medianos entre los Franceses» contaba como mínimo con esa cantidad de esclavos. Carentes los productores de Santo Domingo de esclavos, herra- mientas, maquinarias y medios para comerciar, las azúcares y las mieles que producían eran, en lo fundamental, consumidas localmente: «apenas se saca algún poco para Puerto-Rico, y de tiempo en tiempo para España». Igual ocu- rría con el café, planta de origen asiático que fue introducida en la Española por los franceses y que se había adaptado maravillosamente al medio local. Del cafeto decía Sánchez Valverde: «no hay parte de la isla en que no se dé y produzca prodigiosamente», si bien su calidad variaba de un lugar a otro, «según lo más alto o baxo de la tierra y otras circunstancias». En lo que a este SURGXFWR VH UHÀHUH H[LVWtDQ WDPELpQ GLIHUHQFLDV VLJQLÀFDWLYDV HQWUH OR TXH ocurría en la colonia francesa y lo que sucedía en Santo Domingo. En la pri- mera, «hacen crecidos cargamentos nuestros vecinos, quando nosotros solo cogemos el que basta para un corto consumo que hacen de él los Naturales por darse mucho más al chocolate». Incluso en la región fronteriza entre las dos colonias, donde era más común el consumo de café, este era obtenido por los dominicanos en las explotaciones francesas. Como el café, el cacao, mate- ria prima del chocolate, crecía en diversos lugares y, según Sánchez Valverde,
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