Historia General del Pueblo Dominicano Tomo III
Historia general del pueblo dominicano 183 Durante el resto de su trayecto, Lescallier continuó describiendo las va- riaciones que observaba en el paisaje —por ejemplo, resaltó la hermosura de la bahía de Ocoa así como la relativa aridez de las estribaciones de Azua—, y siguió anotando cuando, muy excepcionalmente, se encontraba un hato o al- guna «explotación agrícola», término un tanto ambiguo que recurrentemente HPSOHy SDUD UHIHULUVH D DTXHOODV SRTXtVLPDV ÀQFDV HQ ODV TXH H[LVWtDQ VLHP - bras, por precarias que fueran estas. Así, aunque quedó muy impresionado con San Juan y sus alrededores —entre otras cosas, debido a su «gran número de hatos […] y por la multitud de ganado vacuno y de caballos» que había en sus «bellas sabanas»—, notó que «aquí, como en todos los demás lugares», no KDEtD ©QLQJXQD HVSHFLH GH FXOWLYRª (QÀODQGR UXPER D 'DMDEyQ DQRWy FDVL con sorpresa cuando vio «dos hatos de poca extensión» que además contaban con «algunos platanares» y, más adelante, «un hato recientemente establecido y algunas plantaciones de víveres». Como contraste, estando en la divisoria entre las dos colonias señaló que en la distancia se percibía, en territorio de Saint-Domingue, «la aldea de Uanamende» —la Juana Méndez dominica- na—, la que contenía «varias explotaciones rurales francesas». A raíz del establecimiento del Saint-Domingue francés y de su trans- formación en una opulenta «colonia de explotación», la posesión española conoció un tímido crecimiento económico basado en el intercambio comercial entre las dos colonias. Aun así, Santo Domingo retuvo los rasgos que lo habían distinguido desde el siglo XVII . La evidencia ofrecida por el criollo Antonio Sánchez Valverde constituye un testimonio particularmente elocuente al res- pecto. En su ,GHD GHO YDORU GH OD LVOD (VSDxROD , el autor se propuso demostrar a la Corona española los enormes recursos con que contaba la colonia y proponer reformas que permitieran explotar adecuadamente dichos recursos. 23 Pese a que efectuó un minucioso inventario de los recursos de Santo Domingo —ca- tálogo que se convierte en un verdadero panegírico—, la crónica de Sánchez 9DOYHUGH UDWLÀFD OD SREUH]D JHQHUDOL]DGD TXH SDGHFtD OD FRORQLD 3RU XQD parte, alude, como lamento, a ciertas actividades económicas que se efectua- ban en el pasado pero que habían caído en desuso hacia la década de 1780, cuando escribió su obra. Por ejemplo, del puerto «viejo» de Azua «la antigua» se solían conducir a Santo Domingo, la capital, «los muchos y excelentes $]~FDUHV TXH GDED DTXHO SDUWLGR HQ OD pSRFD ÁRUHFLHQWH GH OD LVODª 'H HVD región se extraían también cañafístula y maderas preciosas. 24 Asimismo, entre los ríos Nigua y Haina había «una dilatada y fértil llanura, que en los princi- pios del descubrimiento fue el más precioso manantial de nuestras riquezas y comercio», tanto por el oro «como por las azucarerías, cacaguales, añilerías y otros frutos» que ahí se cultivaban. Feracísimas eran igualmente las seis o
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