Historia General del Pueblo Dominicano Tomo III

152 La dominación haitiana Este acuerdo eliminó al enemigo que había servido de pretexto para man- tener la disciplina del Ejército. Los soldados, al sentir el alivio que implicaba no tener que mantenerse preparados para una guerra que tarde o temprano llegaría, empezaron muy pronto a relajar sus hábitos militares y a ocuparse más de sus asuntos personales, de sus pequeñas propiedades, de sus familias y de sus pequeños intereses, que de hacer el papel de fuerza policial en los campos. De suerte que cuando el Código Rural fue promulgado ya la disciplina militar que se encargaría de ejecutarlo se adentraba en un proceso de deca- dencia del cual no saldría en todo un siglo. La ironía de todo esto fue que el Código también había sido concebido como el instrumento que elevaría la producción exportable de Haití para poder pagar a Francia los 150 millones de francos que el acuerdo establecía como indemnización a los antiguos colo- nos y como condición para el reconocimiento de la independencia. En realidad, las exportaciones tradicionales habían decaído no tanto por el corte ilegal y contrabando de madera como por los efectos socio-económicos de las reparticiones de tierra y la quiebra paulatina de las plantaciones. Esta política, ya lo hemos dicho, creó un campesinado independiente alejado de las penurias laborales de las plantaciones. Ese campesinado prefería dedicar- se a vivir tranquilamente de los víveres que producían sus pequeñas parcelas. La amplia disponibilidad de tierras comuneras permitía a cualquier inte- resado, aun con poquísimo dinero, obtener terrenos para abrir fundos y hacer conucos. Por ello, aun cuando la ley del 8 de julio de 1824 fuese una obsesión política de Boyer, su aplicación, en la práctica, terminó siendo virtualmente irrelevante. Sin embargo, las presiones del Gobierno haitiano para hacer cum- plir esta ley crearon un extendido malestar entre la clase terrateniente domi- nicana, hecho este que contribuyó a mantener vivo un extendido espíritu de desafección hacia el Gobierno haitiano entre la élite dominicana. Las compensaciones que Francia le exigió a Haití en 1825 a cambio de re- conocer la independencia haitiana fueron otro gran motivo de disgusto entre los dominicanos. Después de varios años de conversaciones fallidas entre los JRELHUQRV IUDQFpV \ KDLWLDQR SDUD SRQHU ÀQ DO GLIHUHQGR GH ODV UHFODPDFLRQHV de los antiguos colonos afectados por la revolución haitiana, en abril de 1825 HO UH\ IUDQFpV &KDUOHV ; SUHSDUy XQD RUGHQDQ]D SRU PHGLR GH OD FXDO GLVSRQtD el reconocimiento de la independencia de Haití a cambio de lo siguiente: pri- mero, que todos los puertos de la parte francesa de la isla de Santo Domingo quedaban abiertos al comercio con todas las naciones y los impuestos que las mercancías de esas naciones pagaran serían iguales para todas, con excepción de las mercancías francesas que solo pagarían la mitad; segundo, que «los

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