Historia General del Pueblo Dominicano Tomo III
Historia general del pueblo dominicano 151 independiente, propietario de pequeñas parcelas que no estaba interesado en otra cosa como no fuera subsistir cómodamente. Este campesinado minifun- dista, del cual también los soldados formaban parte, tenía intereses opuestos al cultivo a gran escala, cuyo desarrollo dependía de la explotación de los campesinos como siervos adscritos a la tierra. Boyer y el gobierno no podían hacer nada efectivo para obligar a los cam- pesinos a trabajar, simplemente porque la mayoría del pueblo haitiano era propietaria de pequeños predios y muy pocos estaban dispuestos a emplearse como peones en las tierras de terceros. En la Parte del Este el Código tampoco funcionó porque «las masas de habla española de la parte oriental de la isla no habían experimentado jamás la clase de trabajo obligatorio con que la mayoría de los haitianos habían esta- do familiarizados en un tiempo o en otro. Su falta de cooperación hacía difícil la aplicación del código». No era la vagancia o la ociosidad lo que prefería el hombre común de Haití en esos días, sino el trabajo por su cuenta, y era precisamente este derecho lo que el Código amenazaba más directamente. En las plantaciones propiamente dichas, que no habían dejado de tener sus trabajadores permanentes a pesar de los repartimientos, el Código tampo- co funcionó debido a que, al igual que en los hatos del Este, la explotación de la tierra había ido adoptando formas que no implicaban mucho trabajo ni una dedicación exclusiva para el dueño de la tierra. Las formas predominantes eran la aparcería y la medianería, y aunque un tercio —por lo menos— de la población haitiana trabajaba, además de las suyas propias, tierras ajenas a medias o a tercias, en estas últimas los trabajadores preferían ponerle más atención a sus propios cultivos dentro de las mismas plantaciones que a los cultivos de exportación en que estaban interesados los plantadores. Así, Boyer y sus colaboradores pronto descubrieron que no había manera de conseguir que los campesinos trabajaran obligatoriamente. El Ejército, que en teoría debía ser el encargado de aplicar el Código junto con los jueces de paz de las comunes, tampoco estaba en condiciones de hacerlo por dos razones. Una, porque la mayoría de los soldados eran pe- queños propietarios de origen rural, lo mismo que sus familias, y no iban a ponerse en su contra para favorecer una élite de grandes propietarios. La otra, porque el año anterior a la publicación del Código, en julio de 1825, el *RELHUQR KDLWLDQR KDEtD DFHSWDGR OD ÀUPD GH XQ DFXHUGR FRQ )UDQFLD TXH DO JDUDQWL]DU GHÀQLWLYDPHQWH OD LQGHSHQGHQFLD GH +DLWt TXLWDUtD GHO (MpUFLWR todo el peso que había estado cargando desde los días de la revolución en espera de una invasión francesa que algún día llegaría a reducirlos a todos de nuevo a la esclavitud. 12
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