Historia General del Pueblo Dominicano Tomo III
150 La dominación haitiana dejando la producción de su parcela al desarrollo natural de las plantas, el Código estableció que nadie que no fuera funcionario del gobierno o tuviera una profesión reconocida podía dejar de trabajar la tierra ni abandonar el pre- dio en donde vivía y al cual quedaba adscrito de ahora en adelante, sin previa autorización del juez de paz local o del jefe militar del lugar. Los hijos de los trabajadores agrícolas no podrían ir a la escuela abando- nando las parcelas de sus padres sin permiso de estas autoridades, y ningún trabajador podía dejar el campo para dedicarse al comercio bajo ninguna circunstancia. Mucho menos, ordenaba el Código, podía un trabajador cons- truir su vivienda e irse con su familia fuera de la plantación en que trabajaba asalariado. La rigidez de esta última disposición era tal que ni siquiera con el permiso del dueño de la plantación podía un trabajador pasar más de ocho días fuera de la misma, y una vez que un agricultor era empleado por un dueño de plantación quedaba obligado a servirle por un mínimo de tres años, antes de terminar los cuales no podía dejarlo sin sufrir penas graves en forma de multas, prisión o trabajos forzados. La vagancia quedaba terminantemente prohibida y para aplicar todas estas medidas y otras muchas más encaminadas a ligar al agricultor al traba- jo de las plantaciones, el Ejército quedaba encargado de mantener soldados asignados en cada una de las plantaciones vigilando los trabajadores, para lo cual serían mantenidos por los dueños de las mismas. Incluso las mujeres tenían la obligación de trabajar hasta el cuarto mes de preñez y a partir del cuarto mes después de haber dado a luz. Todas estas disposiciones valían igualmente para las plantaciones de los mulatos del Oeste, como para los hatos de los grandes propietarios del Este a quienes Boyer tenía interés en mantener complacidos para asegurar su favor hacia el régimen o, por lo me- nos, su neutralidad. Pese a que en aquellos días el Código fue considerado como una obra maestra de la legislación haitiana previendo y prescribiendo todo lo relativo a la ejecución de medidas que volvería a instituir el régimen de plantación de los tiempos coloniales, y pese al enorme interés de los mulatos y del Gobierno haitianos por que fuese aplicado sin dilación ni contemplaciones, el Código no funcionó por muchas y diversas razones. La principal de ellas fue que los trabajadores rurales haitianos simplemente ignoraron su existencia y se mostraron continuamente renuentes a obedecer cualesquiera sugerencias en el sentido de volver a servir en las grandes propiedades en calidad de siervos como lo habían hecho bajo Christophe y Dessalines. Durante todos estos años se había producido un fenómeno que Boyer y su élite parecían perder de vista, y este era la emergencia de un campesinado
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