Historia General del Pueblo Dominicano Tomo III

Historia general del pueblo dominicano 133 Además de ese problema, continuó informando Kindelán, había otro más serio y era que los haitianos conocían la colonia por haberla invadido tres veces, marchaban descalzos y con la comida de dos o tres días al hombro o prendida del fusil y estaban conscientes de la debilidad militar de los domini- canos. Aun cuando se engañasen en sus cálculos, su orgullo y su superioridad en hombres y armas les serían ventajosos. En cuanto a los recursos que podría recibir de Cuba, no bastarían porque allí no sobraban y, por otra parte, la GLVWDQFLD \ ODV GLÀFXOWDGHV GH OD QDYHJDFLyQ LPSHGLUtDQ TXH OOHJDVHQ D WLHP - po. En otra comunicación al secretario del Despacho Universal de Guerra, el gobernador le resumió los sucesos acaecidos con motivo del recorrido de Dalmassi por las poblaciones fronterizas. 14 Kindelán cesó en sus funciones el 16 de mayo, pero antes de retirarse de la isla entregó a su sucesor Pascual Real, quien tomó posesión de su cargo el mismo día, un memorial relativo al estado general de la colonia para que tuviese una idea de él. Los nativos, le expresó, seguían teniendo el mismo carácter de siempre, el último censo de la población había arrojado la canti- dad de 62,092 personas y la riqueza había aumentado, aunque no en las cotas deseables. El dinero enviado desde La Habana era francamente irrisorio y apenas había permitido satisfacer las necesidades más perentorias. El anuncio del Gobierno español de que mandaría 1,200 infantes suponía un alivio frente a cualquier contingencia proveniente del exterior. Sin embargo, existía un peligro inminente: un tal Maseroni, que se titulaba general de la República de Colombia, aderezaba en Londres varios buques de guerra para irrumpir en la ciudad de Santo Domingo y traspasar luego la colonia a Francia. No era de extrañar, pues, que Boyer quisiera adelantarse invadiendo la Parte Este por presumir que bajo su mandato preservaría mejor la independencia haitiana. Un punto de suma importancia y del que Pascual Real debía estar bien enterado tenía que ver con la conspiración de Núñez de Cáceres, quien había programado dar un golpe de Estado el día de San José, cuando todas las cor- poraciones y autoridades estuvieran reunidas en la catedral y las tropas for- madas en la plaza de armas. Todo el mundo en la capital sabía el nombre de los dirigentes de la trama y hasta se había puesto a rodar una lista con el de las personas que ocuparían empleos en el nuevo Gobierno luego de proclamada la independencia. Lo sorprendente del caso es que Kindelán, aunque puso en sobreaviso a Real, no actuó en consecuencia por no haber nada de qué recelar, según le indicó a su sucesor. (O GH QRYLHPEUH 5HDO PDQGy XQ RÀFLR DO VHFUHWDULR GH OD *REHUQDFLyQ de Ultramar exponiéndole que el ejemplo de Venezuela, alzada en armas contra España, podía ser imitado por las demás posesiones españolas del

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