Historia General del Pueblo Dominicano Tomo III

126 El efímero primer Estado autónomo militares que habían participado en la Guerra de Reconquista. Fue delatado por varios espías y desterrado al castillo del Morro de La Habana, donde por disposición del Consejo de Regencia se le seguiría causa. Del Monte era un emigrado dominicano venido de Caracas cuando esa ciudad se encontraba alzada contra España y conocía, por tanto, todos los re- cursos y medios utilizados por los rebeldes en su lucha por la independencia. En opinión de Núñez de Cáceres, si la colonia se hubiera enterado de lo dicho por Álvarez de Toledo, los partidarios de su frustrada empresa habrían sido muy numerosos. D ISENSIONES EN LA COLONIA El 13 de julio de 1813, el capitán de una goleta española puso en manos de las autoridades de la colonia varios ejemplares de la Constitución de Cádiz. Seis días después, fue jurada por la comunidad durante la celebración de un solemne tedeum. Sin embargo, no todos acogieron por igual la «magna obra». Los prebendados tardaron un año en hacerlo, mientras el Cabildo Eclesiástico se olvidó de conmemorar anualmente, de acuerdo con una orden real, el aniversario de su promulgación, olvido que el arzobispo Valera y Jiménez subsanó por miedo a las consecuencias. El sector refractario al nuevo estado de cosas no se limitó a adoptar una actitud de resistencia pasiva frente a ellas. Los clérigos absolutistas logra- ron controlar la comisión encargada de elegir a los vocales de la Diputación Provincial y al representante a Cortes. Esa representación recayó en Francisco Javier Caro, quien había sustituido a Muñoz como delegado titular de la colonia después de la huida de Álvarez de Toledo. Caro, a quien en Santo Domingo se le apellidaba el Godoy americano por la largueza con que favore- cía a parientes y amigos en el otorgamiento de cargos públicos, estaba unido familiarmente a los sectores tradicionales de la colonia. 6 La Diputación Provincial se instaló poco después del arribo a Santo Domingo del nuevo gobernador Carlos Urrutia y Matos, y lo mismo hizo el Ayuntamiento constitucional. Este organismo estaba lleno de buenas in- tenciones, pero la pobreza de las arcas públicas le impidió la realización de varios proyectos de mejora y progreso en la capital. Las estrecheces económi- cas eran tan grandes que, agotado el último situado de 100,000 pesos, Núñez de Cáceres, cediendo a las demandas de la población, tuvo que efectuar una

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