Historia General del Pueblo Dominicano Tomo III
124 El efímero primer Estado autónomo La actitud crítica de la primera generación de intelectuales hispanoameri- canos se fundamentó no tanto en la leyenda negra como en los mismos espa- ñoles ilustrados que residían en América, quienes editaron sus obras durante la revolución, entre ellas Viajes a través de la América meridion a l , de Félix de Azara; Viaje político sentimental alrededor del mundo , de Alejandro Malespina; y 1RWLFLDV VHFUHWDV GH $PpULFD , de los hermanos Jorge Juan y Antonio de Ulloa. La revisión del pasado español se encuentra asimismo en el mexicano fray Servando Teresa de Mier, en cuya %UHYH GHVWUXFFLyQ GH ODV ,QGLDV 2FFLGHQWDOHV acusa a España de haber mantenido a sus colonias en el oscurantismo a lo largo de tres siglos; también en Simón Bolívar, quien en su Carta de Jamaica de 6 de septiembre de 1815 acude al padre Bartolomé de las Casas para censurar las actuaciones de los conquistadores: y en Eugenio María de Hostos, para el que las revoluciones independentistas han tenido que crearlo todo: espíritu social, principio de libertad, costumbres, ciencias. En lo atinente a la unidad cultural del continente, fueron los pensadores criollos los que sostuvieron una identidad instituida merced a una cultura americana capaz de romper las ataduras de su dependencia con la metrópoli. El único vínculo que en adelante ligaría a las nacientes naciones con España sería la lengua. L AS CARTAS INCENDIARIAS DE Á LVAREZ DE T OLEDO El mismo mes en que abortó la revuelta de los italianos, el teniente de navío José Álvarez de Toledo comunicó al Cabildo de la ciudad de Santo Domingo su designación como diputado suplente a Cortes en sustitución de Andrés Muñoz Caballero, titular del puesto, quien se hallaba ausente de Cádiz por haberlo mandado Sánchez Ramírez a representar los intereses de la colonia ante la Corona. Álvarez de Toledo, que no era nativo de la isla, había mantenido cierta disputa con dicho Cabildo por haberse atribuido todo el mérito en la Guerra de la Reconquista, en la que no participó. Sus veleidades políticas lo habían hecho sospechoso a los ojos del Ayuntamiento, pese a lo cual lo instruyó acerca de su labor en Cádiz y le pidió que vigilase los movi- mientos de Muñoz, que «ha servido a todos los partidos». 4 En realidad, a quien debía prestársele atención era al propio Álvarez de Toledo, ya que sus ideas revolucionarias habían hecho que el intendente político y teniente de gobernador de la colonia, José Núñez de Cáceres, lo
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